Dícese de Platanera del viento moderado que tiene,sin embargo, la fuerza suficiente para desarraigar los plátanos. Cuando Catalina apareció por la puerta, fue como una ráfaga de esas. Una mujeraza que comparte no solo estatura conmigo,sino una filosofìa de vida y una visión del arte fuera de barreras burocráticas y temporales.
Así que mientras la acompañaba en el taller de acuarela, me limité a observar, ya que la idea que les estaba transmitiendo era la esencia misma de la Platanera: hacer sin miedo. Las ganas y el espíritu resiliente de Catalina hicieron que me dedicara a disfrutar del taller en silencio,observando y aprendiendo de lo que allí se estaba generando.
Entre pincelada y pincelada también encontramos un momento para descansar y comernos un buen bocata de pulpo a la orilla del mar. Les llevé a mi lugar favorito, donde mi abuelo guardaba su dorna para ir a pescar. Rincones que descubro a los que vienen a visitarme al taller 🙂
En pocas horas, el grupo fue cogiendo forma y cada persona fue investigando y dejándose llevar, descubriendo la creatividad que tenían dentro. Y es que como digo siempre, todos tenemos algo que contar.
Al cerrar la puerta del taller y despedir el día con Catalina frente a la puesta del sol, sentí que estaba donde debería estar y que toda esta lucha vale la pena. Gracias a todas por venir.
Os dejo con el post de Catalina sobre este día tan especial.
Aquí, un pequeño resumen videográfico que hice sobre lo que ese día pasó.